Para hacer
frente al actual estado de cosas no alcanza con los diagnósticos que
usualmente leemos en publicaciones nacionalistas o bien en el mundo de
las redes sociales. Sin organización no hay nada: no habrá ambición de
poder, no habrá comunicación, no habrá más que foquismo, no habrá
acciones de valía, no habrá influencia en la sociedad (ni parcial ni
general). Esto que parece una obviedad debe repetirse una y otra vez.
Precisamente porque hay quienes insisten en la no-organización
utilizando escollos, principios (manipulados) o cualquier clase de
excusa cuyo fin no es más que el no-hacer (no-organizarse).
Sin
organización no hay nada. No se puede construir una ciudad bombardeada
sin la mayor cantidad de operarios posibles y sin recibir desde el
humilde ladrillero hasta el arquitecto que proponga edificaciones
realistas. Con operarios, y sólo operarios, nos quedaremos en una simple
aldea. Sin ellos, con sólo arquitectos, en un hermoso conjunto de
planos que de nada servirán.
Bendito sea ese nacionalismo que construye una alternativa a futuro con la amplitud necesaria para una completa reconstrucción.
Hernán Capizzano
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