miércoles, 22 de febrero de 2017

EL TIEMPO NOS DA LA RAZÓN


Siempre acusado de fatalistas y conspiranoicos, los nacionalistas prefiguramos cuál será el futuro de la sociedad cuando el sistema perverso en el que vivimos impone ciertas medidas y dogmas ideológicos, primero a través del lavaje de cerebro con los medios de comunicación, y luego de cumplida esta etapa, con la imposición a través de leyes.

Nunca falta el epíteto de retrógrado y “facho”, entre otros, palabras que en el vocabulario “progre-bien pensante” son sinónimo de maldad absoluta.

Sin embargo, la gente hoy, atónita, contempla el triste espectáculo de la decadencia humana, cuyo más reciente referente puede ser el autodenominado “Tetazo”, una manifestación organizada por lo peor del feminismo vernáculo, supuestamente para pedir la libertad a que las mujeres puedan andar con sus pechos descubiertos en la vía pública o al menos eso parece, en realidad nunca se sabe bien qué es lo que quieren las feministas. Tal vez no lo sepan ni ellas.

Ahora que está todo a la vista, la gente, nos pueda llegar a entender: que esto no es fruto de la casualidad o de un puñado de inadaptados sociales que salen a chocar contra lo establecido. Sino que es el producto bien planeado de la destrucción cultural planificada por los poderes fácticos, que gracias a su enorme riqueza manipulan la opinión pública, para sobre sus cenizas construir un “mundo sin identidad”. Es decir, la mano de nuestro enemigo, el cual siempre nombramos a pesar de que los necios y los cómplices nos traten de fabuladores: el sistema o poder internacional del dinero, el cual pretende construir un “nuevo orden mundial”, sin patrias, ni identidad, para lo cual es menester previamente pulverizar culturalmente a los pueblos.



Repetimos, esto no es casualidad, es la consecuencia lógica de una ideología destructiva, que termina llevando hacia la anarquía y el nihilismo, impuesta por estos poderes fácticos, el liberalismo en sus distintas facetas: filosófica, política, económica, social, etc. llevado al paroxismo.


El liberalismo parte de la falacia, repetida una y mil veces, de que “el derecho de uno termina donde empieza el del otro”, algo totalmente absurdo que no resiste el menor análisis, ya que si existiese una línea absoluta que nos señale dónde empieza el derecho de uno y termina el del otro no se necesitaría una compleja codificación de leyes que nos diga qué se puede y qué no se puede hacer.

De esta forma los medios de comunicación, partiendo de esta falacia, nos martillan en la cabeza que “tal ley es represiva” porque limita conductas que de llevarse a cabo no estarían “perjudicando a otros”. Si alguien osa quejarse sobre la derogación de tal “ley represiva”, la respuesta en el caso que enumeramos más arriba sería: “si no te gusta que las mujeres anden desnudas no la mires”. Con esa falacia nos han impuesto leyes para aceptar por ejemplo el “matrimonio homosexual” ya que su existencia, en las mentes progresistas, no “perjudica a otros”. En conclusión, los colectivos progres (homosexuales, aborteros, feministas, etc) junto con los medios de comunicación son los nuevos autócratas que nos dicen qué conductas son las que “perjudican a terceros” y cuáles no, haciéndose con esto dueños de dictaminar o modificar a su antojo la legislación y códigos de convivencia.

Ahora, esos mismos progres son los que limitan a través de leyes la investigación histórica, coartan la liberta de buscar la verdad, en nombre de dogmas ideológicos que no se está permitido poner en duda. Como recientemente pretende llevar adelante una diputada, intentando prohibir que se nieguen o investiguen ciertos hechos históricos. En este caso sí, el cerebro progresista no ve ninguna “ley represiva”, ya que poner en dudas sus dogmas “atenta contra la humanidad”.

Cuando el nacionalismo manifestó que las distintas leyes libertinas que se fueron sucediendo iban a llevar al país a al nihilismo y la anarquía, se nos acusó siempre de exagerados. Pues bien, al final tenemos razón, y mucha gente ya empieza, a veces tímida y torpemente, a manifestar opiniones cercanas a las nuestras, la mayoría de las veces sin saberlo.

Cuando quien esto escribe rondaba recién los dos años de vida, el nacionalismo de la época se manifestó en contra de la ley de divorcio, argumentando que iba a destruir a la familia. Los apologistas de la ley acusaron como siempre de “facho” y retrógrada, y que eso era una exageración y que no pasaría. Veamos el caos en el que vivimos hoy. Cosas que antes no existían: violencia en los colegios, anarquía en la juventud; producto de familias totalmente desestructuradas. Así y todo, los progres niegan o se hacen los boludos (disculpen la expresión) de las consecuencias de sus fantásticas ideas. No quiero decir que no haya hijos de matrimonios constituidos que se hayan descarriado, ni que los hijos de padres separados sean necesariamente un desastre, pero el caos a nivel social general de las familias es innegable.

Cuando el nacionalismo hablaba que el “matrimonio homosexual” era una caja de pandora que abría las puertas a legalizar cualquier tipo de conducta por más contraria a la naturaleza, el bien común o el sentido común que sea, se nos acusaba de nuevo con los conocidos epítetos. Hoy tenemos que ver agrupaciones de pedófilos “peleando por sus derechos” en Europa. Pues claramente si todo es relativo como el liberalismo pregona, entonces un día se puede determinar que ser menor de edad no es impedimento para “decidir relacionarse con mayores” y la pedofilia pasa a ser una más de los “diversos” gustos sexuales.

No digan que no les avisamos si mañana se intenta legalizar el nudismo, o incluso poder mantener relaciones sexuales en plena vía pública, aduciendo que “al que no le guste no lo haga ni lo mire”, o poder hacer las necesidades fisiológicas en la calle (siempre y cuando se junten los desechos en una bolsa de nylon como a los perros) o cualquier otro disparate por más loco que hoy en día pueda sonar.

Sin extenderme más solo ruego que la gente vea tan claramente como nosotros las consecuencias del liberalismo y sus derivados (p/e el sistema partidocrático en su faceta política), y que dejen de comprar los espejos de colores que los medios de comunicación les venden como modelos de “tolerancia, respeto y diversidad”, que son solo la excusa para la destrucción total de las naciones del orbe.

Martín Ledesma

Fotos: "Ciudadanos ejemplares según el modelo progre" la gente ya empieza a dudar de las bondades de la "tolerancia" predicada por los medios dominantes.

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