
El nacionalismo es resistido y calumniado porque exige que el funcionario público viva en las mismas condiciones que el pueblo que representa, es decir:
Que envíe a sus hijos a escuelas públicas.
Que se atienda en hospitales públicos o en la obra social que le corresponda, con el mismo tiempo de espera a partir del día que saque el turno como cualquier hijo de vecino.
Que viaje en el transporte público, en colectivo y en tren, que sepa de primera mano cómo funciona.
Que cobre un sueldo comparable con cualquier otro trabajo con igual carga horaria.
Que viva en el mismo tipo de barrio de la gente que representa.

El político con "convicciones democráticas" no quiere eso, quiere seguir viajando en autos de alta gama, atendiéndose en prepagas de lujo, llevando a sus hijos a escuelas privadas de la alta sociedad, cobrando fortunas sin relación alguna con su esfuerzo y éticamente incompatible con su posición de servidor público e irse del barrio para vivir en un country aislado de las necesidades de los demás, todo a costa, por su puesto, del bolsillo del ciudadano trabajador y honesto. Todo esto escudandose detrás de la mentira de la "democracia de partidos políticos", según ellos, el mejor y único sistema político posible (para sus bolsillos)
Martín Ledesma
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